Once de diciembre.

Desde mediados del año 2000 yo había estado trabajaba como diseñador gráfico en una empresa que era a la vez una gigante imprenta comercial en decadencia y una mediocre fábrica de cuadernos y otros artículos escolares. En un par de años iba a resultar obvio que en el mercado ya no había lugar para grandes imprentas comerciales y que, quizá, haber entrado a la carrera de diseño no había sido la mejor de las ideas. El futuro no pintaba bien.

Había estudiado antes una carrera técnica en informática y sabía programar pero no había escrito una sola línea de código en años. En su momento, recién egresado, había estado buscando trabajo como programador pero no pude hallar nada bueno (la verdad es que no estaba preparado para salir al mercado laboral, recuérdenme que tengo que escribir después al respecto) así que un amigo de mi papá aceptó contratarme como diseñador por qué, ya saben, sabía dibujar y “le movía a la compu”.

Para 2003 estaba harto de “diseñar” productos escolares pirateados de Scribe y la carrera de diseño gráfico parecía cada vez más una perdida de tiempo. En algún momento del verano re-descubrí mi amor por la programación y empecé a jugar con ASP classic y IIS. Se sentía como <% magia() %>.

Entonces yo, después del desayuno, buscaba casi todos los día la palabra diseño en las secciones de empleo de los avisos de ocasión locales. Nunca aparecía nada interesante, pero estaba harto de mi situación laboral así que seguía buscando.

A mediados de diciembre –un jueves, apareció un anuncio que llamó mi atención. Se solicitaban diseñadores web, con cualquier nivel de experiencia, y prometían buenos ingresos. Les escribí un email “No tengo mucha experiencia en web, pero sé diseñar y sé programar y aprendo muy rápido. Aquí está mi número telefónico”. Minutos más tarde recibí una llamada. “Ya terminaron las entrevistas”, me dijo, “pero voy a estar hoy en el Sanborns de Vallarta de 6 a 7, si quieres podemos platicar”.

Así es chicos, no había Starbucks en Guadalajara, si querías café y wi-fi, Sanborns era tu lugar.

Albert estaba a la hora indicada y yo me acerqué nervioso pues no había salido por la mañana vestido como para ir a una entrevista de trabajo, lo cual es afortunado porque resulto que esto no era una oferta de trabajo.

Resulta que venía promoviendo una plataforma de reselling de hospedaje web –Domain gurus, se llamaba– y quería reclutarme para ser reseller. Lo hizo con una gran habilidad. “Pagas 50 dólares, Armando, y puedes hospedar todos los sitios que tu quieras”, me dijo muy convincente, “Si tienes sólo tres clientes que te paguen 20 dólares al mes por hospedaje, el servicio se paga sólo y tu ya empiezas a ganar”. De repente sentí que un nuevo mundo de posibilidades se abría ante mis ojos. ¿Trabajar por mi cuenta? ¿Tener un ingreso pasivo? Esos no son conceptos que fueran siquiera parte de mi modelo mental. Siempre pensé que iba a ser siempre un empleado. Ese era el plan. Mis sueños de diseñador más atrevidos llegaban hasta director creativo de alguna agencia mediana. “Y eso sin contar, obviamente, lo que tu le cobres a los clientes por hacer sus sitios. Esto es extra”. Shut up and take my money.

Ahora, no estoy diciendo que fuera una gran oferta ni una gran plataforma, y debería haber estado molesto porque yo llegué creyendo que me ofrecerían un trabajo. Pero, deben entender, que la idea de ser auto empleado o emprendedor eran conceptos que simplemente no habían tenido cabida en mi cabeza hasta entonces. Mi cabeza explotó.

“¿Conoces PHP? No, olvídate de ASP, aprende PHP. Es fácil. Y aprende sobre DNS. Mira, dame tu correo y te creo una cuenta. Si mas tarde te decides sólo pones una tarjeta de crédito y ya”. Tarjeta de crédito. Yo no tenía tal cosa. Era un diseñador mediocre en una imprenta en un pueblo bicicletero y 50 dólares era la mitad de mi sueldo semanal.

Me fui caminando hasta a mi casa, y diría que estaba pensativo, pero creo que en realidad ya lo había decidido.

Mi papá no tuvo problema con prestarme su tarjeta de crédito. “A ver si pasa”, gracias Pa. Yo estaba nervioso, esta iba a ser mi primer compra en línea. Iba a darle nomás treinta días, si conseguía clientes entonces esto se pagaba solo. Si no, me dije, pos lo cancelo.

Luego de investigar qué rayos era PHP, descargué e instalé WAMP en mi vieja PC de escritorio. Ahora solo necesitaba un dominio. “¿Qué estoy haciendo?”, dude por un instante, “Esta mañana estaba diseñando un volante para una carnicería, estoy… tan fuera de mi liga”. Y me acordé de esa porción bíblica llamada la oración de Jabez: “Oh, si en verdad me bendijeras, ensancharas mi territorio…”.

Estaba decidido. No más limites.

11 de diciembre del 2003, era jueves, y yo registraba mi primer dominio: nolimit-studio.com.

El resto, como dicen, es historia.